¡Que por fin se acabe el complejo!

Este jueves es un día histórico para muchos españoles que llevamos años esperando poder celebrar un título de nuestra selección. He de reconocer que después de las últimas decepciones tenía poca fe en que se pasase de cuartos de final como se ha hecho, supongo que algún año tenía que tocar.

Después de la victoria contra la escuadra azzurra ha vuelto mi fe y voy a dejarme la piel animando a la selección. Lo haré en la madrileña Plaza de Colón, lugar últimamente habitual donde cientos de personas se reúnen para ver los partidos de España. Lo haré como no puede ser de otra manera con mi bandera de España puesta a modo de capa.

En el lugar donde vamos a ver el partido, la madrileña plaza de Colón ondea una bandera española de 290 metros cuadrados izada en un mástil de 50 metros de altura. La colocación de dicha bandera hace seis años desató una protesta extravagante que evidenció considerables obsesiones y complejos. De dicho incidente quedó una frase de esas que se recuerdan pasados los años, que pronunció el entonces portavoz socialista en el Congreso, Jesús Caldera. Irritado como si fuera víctima de una agresión, afirmó que la izada de la bandera podía “herir sensibilidades”. No desentonó José Blanco que la reputó de acto de “confrontación”. Gaspar Llamazares, desde IU, habló de “irresponsabilidad política” y desde la derecha nacionalista, como hizo el González de Txabarri (PNV), de “imperialismo español”. Nunca sospecharon Federico Trillo, ministro de Defensa, ni Álvarez del Manzano, alcalde de Madrid, que iban a ser culpados de una fechoría política por hacer algo que idearon como homenaje a la enseña de todos los españoles.

Identica reacción se exteriorizó desde la izquierda a la iniciativa de Mariano Rajoy de pedir a los españoles que celebrasen con orgullo el día de la Fiesta Nacional y exhibiesen la bandera. Blanco llegó a decir que “cuando la derecha se pone a gritar 'España' muchos españoles se estremecen”, que es el súmmum de lo que él acusa a sus oponentes, la apropiación de los símbolos y las ideas nacionales, porque lo que sugiere es que evocar el nombre de España es otra exclusiva de la izquierda.

La izquierda socialista se muestra hoy amilanada ante los símbolos de la nación. Tiene un complejo de bandera. Zapatero no se atreve a luchar contra el incumplimiento de la Ley de Banderas, que ha reclamado hasta el Tribunal Supremo. Ni siquiera ha sido capaz de ordenar a los militantes de su partido que cumplan la ley en los ayuntamientos que gobiernan. Hay que hacer mención especial a los esfuerzos de una mujer con arrestos, Regina Otaola, que se ha juzgado cada día lo que tuviese que jugarse para que la bandera española ondee en un feudo secuestrado por los etarras, Lizarza, pero Zapatero no tiene arrestos para hacerle una llamada de ánimo ni para pedir que imiten su comportamiento, que en estas circunstancias es manifiestamente heroico. Mira para otro lado mientras los suyos acusan a quienes piden que se cumpla la ley. ¿Por qué se cabrean cuando otros realzan la bandera española? ¿Por qué se amostazan cuando otros demandan respeto a los símbolos nacionales? ¿Por qué se paralizan ante la ofensa a las instituciones? ¿Por qué convierten en una irregularidad lo que otros hacen y ellos deberían hacer todos los días? A este paso acabarán acusando a Santiago Carrillo, quien acordó con Adolfo Suárez exhibir la bandera de España en todos los actos y sedes del Partido Comunista, lo que fue una de las decisiones más inteligentes y más útiles para el buen discurrir de la Transición.

Que el fútbol mueve las masas a nadie se le escapa. Estos días por las calles de Madrid en días de partido y en la propia Plaza de Colón he visto más banderas de España que nunca, y celebro que por fin se intente tomar nuestra bandera como símbolo nacional que es y si el fútbol y la selección van a ayudar a quitar el histórico complejo que existe sobre la bandera ligado a prejuicios sin sentido, bienvenido sea.