Es difícil explicarlo, casi imposible elegir por dónde empezar. Todo lo que ha pasado en Stamford Bridge esta noche de miércoles que será recordada para siempre por los aficionados del Barcelona es digno de estudio, pero quizá haga falta un poco de reposo para asimilarlo. El equipo que mejor fútbol ha hecho en Europa la mayor parte de la temporada se mete en la final de Roma, la que va a juntar a los dos más fuertes del Continente, después de un partido rarísimo, repleto de tensión y de incertidumbre, coronado con un golazo de Iniesta en el primer tiro a puerta de su equipo, cuando el reloj marcaba el minuto 93 y faltaba uno para el final, con diez jugadores por expulsión de Abidal desde el minuto 66 y un centro del campo desaparecido en esta ocasión.
Así que la diferencia inicial entre los dos, que era considerable, se redujo a la mínima expresión por muchos motivos. Primero, por el planteamiento del Chelsea, que como vaticinaba Guillem Balagué en El Larguero de la víspera, fue muy similar al del partido de ida. Distintos cromos (Anelka por Obi Mikel) para una misma partida. La defensa 'blue', si acaso, compareció adelantada al principio, buscando siempre juntar al equipo en un espacio de 40 metros, asfixiando al centro del campo del Barça para que nunca tuviera la pelota con espacio para tocar, con un Messi una vez más intrascendente. A eso se le sumó el gol de Essien, que aprovechó un rechace en el area del Barça para enganchar la pelota con la pierna izquierda con una precisión asombrosa y alojarla en la red.
A partir de ahí, el guión fue preocupante para el Barça. Tuvo la pelota, pero siempre en zonas donde no podía hacer ningún daño. En contraste, el Chelsea atacaba de forma automática: en el centro del campo, nadie podía recibir de espaldas para provocar un robo de balón; siempre de cara, y balón directo a la espalda de la defensa para buscar la carrera de Drogba. Sólo Valdés, con sangre fría ante el delantero, fue capaz de evitar un mal mayor. Eso y las jugadas a balón parado, un recurso al que siempre se agarra el equipo inglés, a veces con excesiva fe, provocaban una sensación extraña e inquietante de superioridad local, y la posición inicial de Iniesta, con más trabajo atrás que adelante, no invitaba al optimismo.
Tras el descanso, la cosa no cambió. Si acaso, el Chelsea reculó más todavía, sin ningún tipo de rubor por jugar en casa, y sin pensar en las consecuencias de que llegara un gol rival ante el que debiera reaccionar rápidamente. Ha jugado con la calculadora en la mano durante toda la segunda parte (incluso cuando estaba con uno más) y ha obtenido el castigo más cruel a su planteamiento (lo que no quiere decir que no se lo merezca). Lo que está claro es que fue una versión del Barça que no estábamos acostumbrados a ver. Y que da la sensación de que esta vez (por los pelos) le valió con esa cara, pero que contra el Manchester en la final no sería suficiente.
Comentados el gol épico de Iniesta que vale el pase a una final, y la extraña inferioridad del Barça ante otro equipo (sea de donde sea) hay que irse a por la polémica. El recuento de penaltis 'birlados' al Chelsea es variable, según a quien se pregunte. El más difícil de ocultar es la mano de Gerard Piqué, que ha hecho todo lo que ha podido en el asedio de balones por alto pero que en esa acción ha sacado a pasear el brazo poniendo en riesgo a los suyos, con el 1-0 en contra. Los demás, son opinables: el derribo de Abidal a Drogba en la primera parte, el agarrón de Dani Alves a Maloudá (que pareció fuera y era dentro) y el balón que le pega a Eto'o junto a la axila en el tiempo de descuento. Todo ello ha producido algo extraño: ver a Hiddink fuera de sí, haciéndole un gesto al cuarto árbitro que puede costarle una sanción, algo liviano si pensamos en la reacción de Drogba, al que le caerá un castigo mayor por perseguir al árbitro al grito de "es una jodida vergüenza" con los ojos desorbitados y una ira difícilmente controlable.
Dejará titulares ese partido ("sensación de enfado e injusticia", comentaba la crónica del partido en la web de la BBC) que pone al Barça del debutante Guardiola en la final de Roma, la más sensata si nos atenemos al fútbol que hacen los dos protagonistas y los méritos contraídos por ambos durante toda la temporada. Barça contra el campeón de Europa. Una batalla impresionante, se la mire por donde se la mire. Tenemos veinte días por delante para analizarla (empezando por las bajas obligadas: Alves, Márquez y Abidal en el Barça; y Fletcher en el Manchester) así que, con la extraña eliminatoria de semifinales en la retina, lo dejaremos para otro momento.
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